Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

sábado, 15 de junio de 2013

Hacer pasta es un arte y cada año los mejores chefs compiten por demostrar que la suya es la mejor. En Parma, (Italia) comenzó ayer 14 de junio, el Campeonato Mundial de la Pasta con la participación de cocineros de 20 países distintos y se celebró el pasado mes de abril, la vigésima segunda edición del Campeonato Mundial de Pizza en la ciudad de Salsomaggiore Terme, provincia de Parma, al norte de Italia, En este concurso anual participan cocineros de diferentes países en categorías tradicionales como la calidad de la masa, las salsas y el sabor, y otras más lúdicas como el pizzero más rápido y las mejores acrobacias.


Parma, lenta y sabrosa

El parmesano y el ‘prosciutto’ armonizan con la bicicleta en la ciudad italiana


Una sala de almacenamiento de quesos parmesanos en Parma (Italia). / OWEN FRANKEN
Pocas ciudades dl mundo tienen, como Parma, que competir contra su propia fama. Primero está el queso parmesano, del que Boccaccio ya hablaba en su Decamerón en el siglo XIV. En su estupenda historia de Italia a través de la cocina, Delizia!, el investigador británico John Dickie rescata un fragmento de los diarios de Samuel Pepys en el que relata que durante el incendio que destruyó Londres en 1666 había enterrado su parmezan en el jardín para salvarlo del fuego. Luego está el jamón, el prosciutto de Parma. Pese a que, con perdón, no deja de ser un serrano correcto, su fama es casi universal. Y, por último, está Stendhal y La cartuja de Parma, una obra maestra, sobre la que Balzac dijo que era “sublime página a página”. El problema es que, en realidad, a Stendhal no le gustaba Parma y la ciudad que describe es casi totalmente inventada. Quiso situar un relato de aventuras e intrigas políticas en la Italia de su tiempo y el Ducado de Parma era el que menos dolores de cabeza le podía dar. “Los frescos sublimes de Correggio me han detenido en Parma, por otro lado ciudad bastante plana”, escribe en su diario italiano el 19 de diciembre de 1816. De aquella visita, además de los magníficos frescos que todavía pueden contemplarse en la cúpula de la catedral y en la cámara de San Paolo, destaca un encuentro con el impresor Boldoni.


Interior del baptisterio de Parma. / SERAFICUS

Zona verdiana

Más allá del queso, del jamón y de la frustrada visita del gran escritor francés, de la ópera (es la patria de Verdi, que nació en 1813 en Roncole di Busseto, y Toscanini) y de sus célebres violetas, Parma es una apacible ciudad del norte de Italia que merece sin duda una visita por sí misma. Por la gastronomía; por Correggio; por el baptisterio románico, un edificio de una belleza insólita; por albergar el teatro de ópera más antiguo del mundo, el Farnese; pero, sobre todo, porque al pasear por las tranquilas callejuelas del centro histórico, mientras se escucha solamente el rumor de las bicicletas, se tiene por unos instantes la sensación de estar en otro tiempo, más seguro, más tranquilo. “A la hora de viajar, siempre me digo que no sabría ir a buscar demasiado lejos el placer infinito de entrar en mi casa. Pero si se trata de viajar a Parma, la cosa para mí cambia, esa ciudad no significa ir lejos. Digamos que en Parma la felicidad del regreso a casa está incluida en el viaje mismo”, escribió Enrique Vila-Matas, visitante asiduo de la ciudad.


Mapa de Parma / JAVIER BELLOSO
Situada en la región de Emilia Romaña, en la antigua Via Emilia, entre la llanura padana y las estribaciones de los Apeninos, Parma es una rica ciudad de apenas 170.000 habitantes y, con perdón de la vecina Bolonia, la capital gastronómica de Italia: por el queso, el jamón, porque allí nacieron en el siglo XIX las pastas Barilla y es la sede del grupo Parmalat (multinacional de la leche que estuvo a punto de desaparecer por un inconmensurable escándalo financiero); pero sobre todo, porque allí la comida es algo que se toma muy en serio (una prueba, entre tantas, es que el diario local tiene una sección sobre setas durante toda la temporada).
Cualquier visita a Parma debe tener en cuenta que la comida no puede ser un trámite y que, en un lugar donde se rinde culto al cerdo, a los productos lácteos y a la pasta fresca, tampoco suele ser ligera. Si decidimos darnos un festín, lo mejor es el bollito, el cocido padano, que incluye varios tipos de carnes, desde lengua hasta cabeza de cerdo, una guarnición de verduras y, antes, unos tortellini in brodo (con caldo). El Leon d’Oro, el restaurante de Parma que ofrece para algunos el mejor bollito de la región, cierra casi tres meses en verano, lo que da una idea de la contundencia del asunto.


Bicicleta en el centro de Parma (Italia). / GARY YEOWELL
Parma parece mucho más una ciudad centroeuropea que italiana, tiene un aire más cercano a Praga que a Roma, pero la plaza de la catedral y, sobre todo, el baptisterio delatan su nacionalidad. “No me cabe ninguna duda de que la del Duomo parmesano es una de las plazas más bellas del mundo, sobre todo al atardecer, cuando la alcanzan los últimos rayos de sol que se posan fugazmente sobre el mármol rosa veronés del fascinante Battistero”, escribe Vila-Matas en El viento ligero en Parma (Sexto Piso). De planta octogonal, empezado en el románico y terminado en el gótico, lo extraordinario del edificio es que esconde su cúpula, lo que le da un aire increíblemente moderno. Solo después de haber contemplado durante un rato el color cambiante del edificio se puede interrumpir el paseo para comprar, en alguna de las tiendas del centro, un trozo de parmesano. Luego se puede seguir el recorrido y visitar el imponente teatro Farnese, los frescos de Correggio en la cúpula de la catedral o simplemente callejear entre bicicletas. Después de haber conocido la lenta belleza de Parma se entiende mucho mejor por qué Pepys salvó del incendio de Londres su queso: el parmesano como forma de vida.

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